Saber llegar

Todo esto parte con la obra de la Petronila, la chiquilla que mataron y tiraron a la laguna redonda hace como un siglo y que la gente de conce le pone velitas y pide favores como al animita fortuoso de Puerto Montt.
En todas las ciudades, me imagino, hay historias dramáticas similares, atroces como la de Hans Pozo, que generan cierto sinsentido y una cuestión emocional super cuática. La relación con la muerte genera angustia quizás por miedo a morir con cosas pendientes, como suele ocurrir sobre todo cuando es por accidente o acción de terceros.
Todos los años en conce se hace una representación de la obra de lo que le pasó a esta chiquilla. Se parte en el cementerio y termina en la laguna. Al revés del orden de la historia.
En mis 6 años viviendo acá yo no había ido nunca, habiendo visto el cartel de casualidad y siendo esta mi última oportunidad de ir porque ya pronto emigraré…bueno…no me la podía perder.
En eso me puse a averiguar cómo llegar porque al cementerio tampoco había ido en todo este tiempo.

La segunda vez que pregunté la pregunta me hizo un sentido enorme:

¿Sabes llegar al cementerio?

Y me imaginé complementando la pregunta con frases idiotas como “que no sea por pancreatitis, cirrosis o cáncer al pulmón, obvio”.

Es que justo estaba pasando por esos momentos de la vida en que uno se autoanaliza y ve si de verdad está haciendo lo que quiere y si va por el buen camino (y no me refiero al de la fe, por supuesto) hacia la concreción de su propio proyecto de felicidad.

Paralelamente a este cuestionamiento un personaje comenzó a compartirme sus inquietudes respecto de la vida y afortunadamente descubrí que andaba mucho más perdido que yo y que necesitaba de un gran aventón para tomar la misma decisión que yo venía de tomar.

No quiero latear ni irme en la filosóficarsss pero es que hay dos canciones que, sobre todo siendo jóvenes, tenemos que escuchar al menos una vez al mes y se las dejo acá para que también se lo cuestionen.

Uno tiene que hacerse cargo de lo que espera de sí mismo para llegar al cementerio conforme con lo que vivió, hizo, aprendió y deseó. Recuerde usted que vivir mata.

Yo no quiero, y me da pánico, llegar a los 30 o peor aun a los 40, y darme cuenta de que se me está yendo la vida, como dicen.

Haga lo que tenga que hacer para estar siempre al día con la persona que quiere ser y la vida que quiere vivir. Acabo de terminar de celebrar mi cumpleaños y debo decir una vez más que llevo 24 años viviendo plenamente.

Amanezco feliz y tranquila.