03 octubre, 2011

Crónica de un postre sin comer

Domingo, dos y cuarto de la tarde. Hace un rato ya que siento a Felipe tecletear al lado pero sigo durmiendo como una doncella. Ya llamaron sus papás para invitarnos a comer y ya fue a la cocina a buscarse algo con qué satisfacerse por mientras. Sólo mi pequeña vejiga me saca de la cama. Como el 80% de mi humanidad sigue durmiendo: regreso del baño para continuar mi merecido descanso. Anoche carreteamos como quinceañeros.
Mi fin de semana se vio dramáticamente disminuido pero no por eso fue peor. Al contrario, entre las 7 de la tarde del sábado y las 12 de la noche del domingo ha sido un weekend digno de catálogo.
En esta casa nos empezamos a duchar tipín 4 de la tarde decididos de que valía la pena hacerlo y salir sólo para ir a comer empanadas de mariscos a Lenga.
Llegamos a las 5:30, si no a las 6 a sentarnos a un sucucho pasado a fritanga donde, aparte de ser mirados y analizados con cara de que fuéramos famosos irreconocibles producto del carrete y la flojera (porque, asumámoslo, nuestras pintas y rasgos eran bien distintas a las del resto de la autóctona clientela), recibimos una pésima atención. No obstante comimos como puercos. Las empanadas de mariscos estaban mortales y para los que andaban con caña la paila marina fue lo más reconfortante del año.
Comimos demasiado. Tanto que mi última empanada la terminé luego de tener que descansar un rato con la boca llena de comida que no lograba tragar.
Sí, es asqueroso pero ocurrió de verdad.
Luego salimos a inspeccionar un camino que rodea el humedal y entre tanto sangoloteo por la calidad del terreno nuestros cuerpecitos comenzaron a exigir un cambio de sabor urgente. Esta vez por uno dulce.
Suspiro limeño fue el mejor votado. Fuimos al restaurant peruano donde los suspiros limeños son la muerte de ricos y nos lo encontramos cerrado. Fuimos al otro y tampoco estaba atendiendo así que optamos por un pie de limón.

Nos dirijimos al Ramos y luego al San Diego (pésimo orden de recorrido), pudimos comprar el último pie que quedaba por la exagerada suma de 5 mil verdes chilenos cuestionándonos si el valor y el precio se correspondían.

Llegamos a la casa, pusimos a calentar el agua, nos servimos nuestros "teses" y miramos el pie. Ahí recién nos dimos cuenta de que nadie era capaz de tocarlo siquiera.
De eso han pasado ya 5 horas y el pie sigue ahí intacto...virgen.
Quizás mañana lo desayunemos...quizás...todo dependerá de si amanecemos con hambre y sin asco o no.
Por mientras lo más probable es que lo comamos de once mañana pero tarde...bien tarde...o incluso el martes.

Mi abuela siempre decía "los ojos pueden más que el estómago".

Que tengan una muy buena semana

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