25 abril, 2011

"Yoyo, estoy pa la cagá"

No pude decirle otra cosa a mi tía cuando ya iba sintiendo que mi esófago se ensanchaba para darle espacio a todas las murtas que aun no me metía a la boca. Es que había comido demasiadas y no podía (y por supuesto no quería) parar.

Lo que me pasa con las murtas es una weá inexplicable.

Detrás de la casa de mi tata hay un montecito maravilloso, el "Cerro de las Murtas". Uno va caminando y cada dos pasos se encuentra, no importa a qué lado, sendas matas todas de rojo.
Hay maneras y maneras de comerlas, ahh? Los mamitas las agarran de la coronilla y se comen solo el interior. Mis primos y yo nos las sampamos completas. Agarramos puñados y vamos mandándole pa’entro como si nada.

Para muchos semana santa es el fin de semana del conejito y los chocolates, para mi es el fin de semana de comer murtas como contratada (es que la temporada es muy corta y para esta fecha está en su pick máximo).

Entre el sábado y el domingo me comí una camionada de ellas. Y no pude dejar de recordar un evento fantástico de mi infancia mientras seguía caminando y comiendo.
Con mis primos SIEMPRE (siempre siempre), cada domingo mientras hubieran murtas, subíamos a comerlas, luego bajábamos por el otro lado y salíamos a caminar por el campo en búsqueda de aventuras que nos permitieran alivianar el proceso de digestión. Una vez nos fuimos al terreno de atrás del gallinero-pavero-gancero y mi primo y mi hermano pillaron enterrado un nido de ganso.

¡Eran tremendos huevos! Intuímos que estaban podridos así que abrimos uno para ver cómo era por dentro. El olor no nos detuvo. Tras algunas arcadas y haber desechado la posibilidad de llevarlos al colegio (íbamos al mismo) para reventarlos en el recreo, al Lele se le ocurrió la peor idea de su vida.

“Juguemos tombo con los huevos!!!!” (el tombo es la adaptación sureña del baseball).

Esa fue su idea, y yo, que era terrible de malandra y mala líder le dije “yapo, pero tú bateai primero”.

“Yapo”, dijo el otro y partimos jugando.

El Lele tomó una rama, yo me alejé un poco y le tiré el huevo que, al ser golpeado certeramente por mi primo (que tenía una puntería divina para romper vidrios a hondazos y matar pajaritos), explotó cual fuego artifical salpicándolo entero de una espesa baba verde y maloliente.

“¡NOS VAN A RETAAAAAAAR!”

Fue el grito desaforado de mi hermano.

Mientras tanto la Mariana y yo nos reíamos como enfermas de la cabeza y el lele se revolvía en arcadas.

Nos pusimos a correr para alejarnos del lugar de los hechos (el Lele adelante porque estaba que se moría) y dejar atrás la evidencia (además que ya estaba cerca la hora de la once y teníamos hambre de nuevo).

No nos habíamos alejado ni 100 metros cuando TODOS…todos, los cuatro, nos pusimos a vomitar como nunca. Recuerde usted que veníamos bajando de habernos comidos TODAS las murtas del Cerro de las Murtas (Vomitamos tanto esa vez que después nos sentamos a la mesa con hambre). Fue tanto el asco que nos deshicimos de todas las murtas que habíamos comido.

No nos retaron, yo creo que los adultos se cagaron de la risa, pero lo que sí pasó fue que a mi primo Gabriel lo metieron vestido a la tina y tuvo que llorar para que no le botaran su polera de Indiana Jones que simulaba ser de cuero de serpiente. A la vuelta, en la noche, su polera figuraba en bolsaS plásticaS en el maletero porque no le habían podido sacar el olor y había que llevarla de vuelta a Puerto Montt. Creo que mis tatas no quisieron que se lavara en su lavadora por asuntos de sanidad.

Fue una experiencia que aún me (nos) saca carcajadas. La recordé este fin de semana comiendo murtas como puerca arriba del cerro acompañada por una de mis tías.

Nuevamente comí sin límites, es verdad, pero es lo único que me saca de racionalidad alimenticia...
y todavía estoy pa la cagá.


Saludotes!
(I’m back)

4 comentarios:

Morenoy dijo...

jaujauajuajuajau NOS VAN A RETAR!! me rei mucho con esa escena.
El tombo po! se me había olvidado esa modificación sureña de baseball... de eso recuerdo muchos vidrios rotos.
La parte en que me pasas el plato con comida calza justo cuando me falta esa porción para quedar conforme con la habriaá, así que gracias por dejarme tu plato de vez en cuando. juajuajaujaujuaja.
besitos.

Rolo dijo...

Jajajajaja maldaaaad! Una vez un amigo mio enterro un huevo de treile en la tierra a ver si crecía un arbol de huevos de treile (obviamente, hueveo). Eso fue en nuestra no tan tierna preadolescencia, al igual que el genocidio de cuncunas...Por años no aparecieron en la parcela.

Saludos!

Val dijo...

jojojojooj me reia a carcajadas!!!

a mi tb me encantan esos frutos del demonio, pero quedo siempre muy manchadita

JC Leal dijo...

juajuajuajua a mi me pasaba lo mismo con las frambuesas y las grosellas de la huerta de mi abuelita, en Correntoso xD. Me las comia todas y no dejaba para la mermelada jajajaja